Contención y expansión, sin duda, la arremetida que en el imaginario del gran artista chillanense Cristian de la Fuente Gacitúa, Diseñador Gráfico y Artista Visual, anida y respira con vehemencia, logrando con ello hacer de su trabajo, una labor prolija y siempre de ulterior faena buscando conocer y re-conocer estados, horizontes y escenarios de otros tiempos, remeciendo conciencias, trasportando al observador a instantes de reflexión y conmiseración, transmitiendo lo que mejor sabe: “comunicar con tranquilidad”, y lo hace usando todo su acervo biográfico y cultural, experiencia adquirida desde sus primeros años, aquellos en que su adaptación a lo normativo, la disciplina y lo funcional le fue impuesto como marca registrada, sin opciones a decidir, lo que anduvo de la mano con su acostumbrado silencio que lo llevó a la impertérrita actitud de observador permanente y, por ende, dócil comportamiento, no por nada su personalidad introvertida, sus temores y hasta sus pudores se entrecruzan en sordina con su imaginario pictórico desplazado a otros tiempos, vislumbrando cadencia apocalíptica lo que en su obra se manifiesta permanentemente como un sello a exhibir; sus luchas pueriles entre la “luz y la oscuridad” le dieron el tinte de su actual semblanza la que se manifiesta en un trabajo arquetípico y limítrofe entre lo figurativo, onírico y lo mágico, todo mezclado con interesantes y manifiestos elementos del surrealismo y del informalismo que podría en una primera lectura dérmica deconstructiva “Derridiana, interpretarse como un anclado pesimismo muy natural de alguien diezmado por una autoridad potente y que, no obstante, transporta dentro de sí una verdad elocuente, muy propia de aquél que “calla”, como lo señalara tan vívidamente André Malraux, ya que en el imaginario de este artista hay una voluntad “Señorial” y “Noble” de gran intelectualidad que se expresa en su magnífica obra; así, sus turbadoras y prodigiosas creaciones nos invitan a la reflexión, a una intervención seria de nuestros estándares éticos, advirtiendo con vehemencia la necesidad imperiosa de una revisión y modificación de las actuales y otrora actitudes y usanzas bizarras de nuestro comportamiento en una sociedad enferma y que enferma, invitándonos a re-pensar nuestra conducta en este ecosistema y su maltrato permanente a la naturaleza; su arte así, en esta etapa, es “resistencia”, ni más ni menos como lo planteaba Deleuze, generando espacios de introversión, cordura y cautela.
Su timidez que muchas veces rechazó y abochornó, ha logrado permitir su construcción; esta “contención” que se anidó en él aun cuando no fue voluntaria, le permitió, no obstante, su “expansión” ergo, principales ingredientes de su proceso creativo sin alternativas ni manifiestos que marcó pautas que le permitieron el desarrollo de un intrincado mundo imaginativo y elocuentemente reflexivo; después de todo, efectivamente, en De La Fuente, pervive el propósito, el objetivo, de solucionar de manera estética, elegante y funcional el inserto de su mensaje, la reflexión acerca de la irresponsabilidad moral expresada desde una ética que él vislumbra algo perturbada en la sociedad en general.
Por otro lado, sin duda, en su imaginario están frescas las diferencias relativas entre el arte y el diseño, propio de los años sesenta, constructo que se anida a modo de manifiesto en este artista, en todo su enfoque que transiciona.
Finalmente, la obra de este artista, contribuye a modificar el mapa de lo perceptible, de lo imaginable, de lo pensable y hasta de lo vivido en cuestiones de arte, aun cuando tal vez no va a conducir necesariamente a cambios transformadores al interior de nuestro “lago” social, ya que, en general, el arte como propuesta de reflexión, no necesariamente conduce indefectiblemente a cambios transformadores, pero sin duda, logra “inquietar” y remecer nuestro estado personal y social, aportando cambios y orientaciones que conducirán a una mejor moral social; de ahí que su paleta no es casual, diríamos que es más bien una consecuencia gráfica de su acontecer sicofisiológico, acompañado de una yuxtaposición de formas y el uso correcto del color conjugándolos especialmente para crear nuevas formas de ver el mundo donde la realidad la proyecta como un esmerado “pianísimo”: suaves verdes, amarillos, celestes… que nos habla de su Yo calmo, sereno, compasivo y en permanente testera, con la energía que lograr ralentizar la observancia de su obra, logrando “detener” paradójicamente con entusiasmo, para “exorcizar” como ya lo hiciera Stephan Schmitz y otros, en pasadas primaveras, permitiendo simplemente recapacitar y masticar la enredada maraña creacional que hemos parido y alentado por demasiadas cosechas, transportándonos a un universo que anticipa e invita a la reflexión profunda de un mundo manipulado al extremo, invitándonos a la más interesante cavilación: modificar nuestro mapa ético, ya que su obra nos recuerda el “memento mori” de la vida, al tiempo que su acabado final lo resuelve con una adecuada “direccionalidad” que a la manera de un “arpegio” va provocando un creciente interés en el observador; así, “detenerse” frente a una de sus creaciones, es como un “adagio” llevando la representación visual a otras y nuevas alturas, permitiendo sumergirse en historias más o memos vehementes que De La Fuente nos relata con dedicación y parsinomia.
ALFONSO CASTELLÓN
Investigador y Crítico de Arte.
Enero 2024